Testamento vital

testamento vital

El modo, el lugar, gracias a quién, o en qué condiciones nacemos, no depende, por el momento, de nosotros. Venimos al mundo desprovistos de juicio y capacidad de decisión para ser capaces de definir nuestro destino desde ese preciso instante. Después, en el transcurso de la vida, cuando somos conscientes de nuestras condiciones y limitaciones, nos damos cuenta de que, mayoritariamente, esa fragilidad al nacer está cubierta por la responsabilidad de nuestros progenitores. Estábamos en sus manos, en las mejores manos posibles. Ellos tomaban decisiones por nosotros y por nuestro propio bien (pocas frases tengo mejor guardadas en mi memoria que cuando mis padres, ante una decisión suya que no compartía, decían “lo hacemos por tu bien”). ¿Pero qué sucede cuando, siendo responsables de pleno de nuestra vida, nos vemos privados de la capacidad de decidir el modo en que queremos vivir y la calidad de nuestra propia existencia? ¿Qué pasa cuando el azar nos depara un accidente, una enfermedad súbita o un envejecimiento acelerado y vemos que nuestra capacidad de decisión queda encarcelada? Más aún, ¿cómo nos podemos sentir cuando desde nuestra propia cárcel condenamos a la persona o personas que más nos quieren a vivir una vida que nunca hubieran querido ni para ellos ni para nosotros mismos? En circunstancias límite es muy difícil poder tomar decisiones con la frescura mental que se necesita para dar un golpe de timón en la navegación de la vida, por no decir imposible. Lo que siempre ha sido normal, hasta ahora, es que fueran los otros, esos seres queridos, quienes tomaran la decisión por nosotros. En la mayor parte de los casos esta viene preñada de contenido ético o moral e incluso del “qué dirán”, más que del sufrimiento condicionado de ellos y sobre todo de quien vive condenado en vida.

Desde la famosa ley 41/2002 de ese año, en España podemos adelantarnos a una situación que nadie queremos, pero que no está en nuestra mano que suceda (al igual que cuando nacemos), y tenemos la capacidad de decidir con la legalidad que en cada momento nos sea permitida. El Testamento Vital nace como una opción para que la calidad importe más que la cantidad y que tanto quien lo emite como quien lo ejecuta estén en plenas facultades para asumir un modelo de vida lo más aceptable y humano posible.

En España, en estos momentos, se calcula que hay cerca de 200.000 testamentos vitales emitidos. ¿En qué consiste? Es un documento en el que uno mismo manifiesta la calidad de vida que quiere tener desde el momento en el que no sea capaz de controlar su propia vida. Legalmente se denomina Documento de Instrucciones Previas y se puede firmar ante un notario o bien ante tres testigos, de los cuales dos no pueden tener relación de parentesco directa ni vínculo patrimonial alguno con el interesado.

Por mí mismo y por la sensación que creo cualquiera de nosotros puede experimentar cuando se firma un documento de estas características, el hecho en sí puede ser muy similar al que tenemos cuando contratamos un seguro de vida o de accidente: muchos pueden pensar que por el simple hecho de tomar la iniciativa se está asumiendo que el suceso va a tener lugar y además de modo inmediato. Ni mucho menos.

Nacemos sin capacidad ni lucidez para decidir, pero cuando estamos en plenitud de nuestras facultades toda opción que permita que nuestra calidad de vida no se malogre más de lo necesario y asumible nos garantizará un futuro mejor. En condiciones normales somos capaces de ordenar nuestros pasos finales; si algo altera ese camino, al menos, no dejemos la responsabilidad en manos de aquél o aquellos a quienes más les va a doler. Que nadie tenga que adivinar lo que hubiéramos o no deseado; lo escrito, escrito queda.

lamadriddiario@gmail.com

 

4 comentarios sobre “Testamento vital

  1. No puedo estar más de acuerdo. Recientemente falleció mi madre tras largo tiempo de deterioro cognitivo y físisco.
    He reflexionado mucho sobre este tema y siendo yo incapaz de ordenar que desconecten a mi madre de la vida, exijo no vivir en ese estado y evitar un sufrimiento innecesario a mi familia y amigos.

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  2. Desde luego y totalmente de acuerdo. Es muy difícil cuando llegan esas situaciones tener que actuar en nombre de los demás, más aún cuando esos «demás» son las personas más importantes en nuestras vidas.

    Siento lo de tu madre.
    Antonio.

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  3. Desconocía el tema. Al prinicipio sólo se me ha ocurrido pensar: jo, qué yuyu!! pero me he metido a indagar y sí, hay que recapacitar sobre el tema, sobre todo los que no queremos dejar ese tipo de decisiones a los demás porque sabemos que sufririían. Gracias por la información.
    Un saludo
    Rosario

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