Espiritual mente

Quizá este sea el artículo que, en los últimos tiempos, más me va a costar escribir, por lo que en él quiero describir; se me hace muy difícil poner en palabras todo lo que trasciende a lo físico del binomio cuerpo-mente. Si nos ceñimos a la realidad observable sólo podremos comprender lo que está compuesto por átomos materiales o aquello que, de modo racional o incluso emocional, puebla nuestros pensamientos. Tradicionalmente todo lo que caía fuera de esos ámbitos entraba de lleno en la religiosidad, que en nuestro mundo occidental está circunscrito al catolicismo. Quizá el concepto de “fe” sea el mejor exponente de ello, es decir que todo lo que no entendemos y que trasciende nuestros pensamientos (mientras sea dentro del ámbito religioso) es la fe, la creencia alejada de la razón y basada en un mundo que trasciende nuestros sentidos.

Personalmente cada vez soy más creyente en lo espiritual (entiéndase bien, desprovisto de toda parafernalia esotérica). Creo que, efectivamente, existe una posibilidad “razonable” de que lo que el alma, tal y como tradicionalmente la hemos llamado, es el espíritu que está detrás de mucho de lo que sucede en nuestras vidas y desprovisto de todo componente religioso, si así se me permite expresar. Creo que los tres estados de nuestra existencia (cuerpo, mente y espíritu) son como los tres estados del agua: En su estado sólido (helada) es como nuestro cuerpo, con una estructura física, sustentada con una masa integrada y concreta; en su estado líquido (el natural) es como nuestro pensamiento, fluye como la sangre que nos da vida y riega nuestro cerebro para conformar ideas, palabras o sentimientos; y en su estado gaseoso tiene dos grandes similitudes con lo que creo que forma parte de nuestra existencia: Es invisible mientras se evapora, cuando se integra en el propio aire y está por encima de nosotros y nos suele acompañar cada día cuando se condensa en forma de nubes y, aunque las vemos, nunca podemos alcanzarlas y menos aún asirlas. Casualmente la Tierra, el planeta que nos soporta, es como nuestro cuerpo, un 70% agua; hombre y Tierra estamos integrados con el agua en la misma proporción.

¿Cómo entiendo nuestro ser, nuestro espíritu? En esencia es la vida que no está sujeta a lo material; es la parte de nuestra existencia que, si somos capaces de sentirla, de experimentarla en todas sus dimensiones, nos envuelve y nos puede dar sentido a lo que vivimos, hacemos y sentimos. Nuestro ser espiritual es el que se enlaza sutilmente con los otros espíritus que pueblan nuestro universo pasado (el de todas las personas que ya no están con nosotros y que fueron queridas), presente (el de aquellas que ahora conforman nuestra vida) y el futuro de todos los que están por venir o que estando no los sentimos venir a nosotros. Si somos capaces de percibir la vida “espiritual-mente” es cuando podemos experimentar ese sentido de trascendencia, de nuestro papel en el teatro de la vida física, en el juego que nos toca representar y en la repercusión que en esta y en cualquier otra vida tiene nuestro modo de hacer e influencia en la que actualmente vivimos.

Es posible que no haya sido capaz de transmitir la idea de lo que es mi creencia, pero sí que voy a ser entendido cuando le diga en lo que no creo. No creo que esta vida física y terrenal se circunscriba exclusivamente a ese ámbito; creo que trascendemos a la simple materia y que nuestro espíritu es mucho más potente e infinito que el mundo finito que conocemos y además creo que el cielo y el infierno están en esta vida; es decir que nos premiamos o nos castigamos a nosotros mismos con nuestra propia existencia, en esta y en todas las vidas posibles que podamos tener.

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