Cultura a la italiana

Me parece una buena noticia el llamado “bono de la cultura” que el Gobierno italiano ha aprobado en este año. Consiste en una partida de 500 euros destinada a todos los jóvenes que cumplan 18 años en el año en curso, para dedicarla a actividades y productos culturales: entradas a museos, yacimientos arqueológicos, teatros, cines, conciertos, exposiciones, ferias, música o libros. Todo lo que signifique cultura podrá ser costeado por los recién ascendidos a mayores de edad hasta el límite del importe subvencionado.

La mecánica es muy sencilla: una aplicación denominada “18 app” en la que se ofrecerán las distintas opciones para bonificarse de esa cantidad de dinero que el Ministerio Italiano de Bienes Culturales ya ha determinado. Casi 600.000 jóvenes italianos se van a ver beneficiados por la medida, y también el resto de la ciudadanía por disponer de un instrumento más para que la cultura no se metamorfosee en cultureta. O, lo que es peor, que no llegue ni siquiera a existir o que se ignore por completo. De este modo los usuarios podrán disponer de objetos, como libros o discos, o entradas para conciertos o museos.

Personalmente estoy en contra de las subvenciones y muy a favor de los premios (por los logros conseguidos) pero en esta ocasión debo reconocer mi agrado por esta medida. No soy ningún un ejemplo de riqueza cultural pero siempre he manifestado interés ante numerosas muestras artísticas y culturales. Yo habría aprovechado muy bien esos recursos si se hubieran puesto a mi alcance en aquellos años. Estimular la cultura cuando un joven termina el colegio o el instituto y da un salto hacia la formación profesional o universitaria es una de las mejores inversiones que puede hacer un país en beneficio de la buena salud intelectual de las generaciones futuras. El hecho de que te abran una puerta hacia conocimientos y experiencias que a su vez te abren la mente puede ser el germen de una inquietud cultural, con amplio sentido crítico, que te permita ser un ciudadano con criterio, con gusto artístico y capacidad para reconocer lo valioso y lo meritorio en las obras de los demás. Junto a todas estas ventajas también quisiera destacar un beneficio colateral de gran relevancia: la posibilidad que brinda el acercamiento cultural a otras personas con idénticos o complementarios gustos, consiguiendo una afinidad o un punto de enganche que puede ser determinante en el futuro de las relaciones profesionales o sentimentales de esa persona. El acceso a la cultura también nos permite conocer otros lugares reales o imaginarios con los que poder contrastar nuestra propia vida personal y es tan vasto el conocimiento cultural, en cualquier rama, que nos puede permitir profundizar en lo que nos gusta o satisface hasta donde nuestras capacidades nos permitan llegar.

El Ministerio italiano aludido, hacia el que siento admiración y envidia patria, tiene previsto además para el próximo año hacer extensiva esta ayuda a los profesores para complementar su formación. La cultura es el alimento de los pueblos y la mejor medicina para no cometer las mismas atrocidades que en el pasado. Conocemos la máxima de que quien no conoce su Historia está condenado a repetirla. Hay manifestaciones y actos sociales que, como las comidas pesadas, repiten cuando se desconoce el efecto que van a producir. Vale más prevenir que curar.

Aplaudo esta iniciativa, espero que funcione a pleno rendimiento, y animo a nuestros gobernantes a que repliquen algo similar en España. Incluso podría llegar a ser un poderoso antídoto contra la peligrosa enfermedad del “ninismo” que afecta a tantos jóvenes en nuestro país. La cultura se ve, se oye, se entiende, se disfruta, se conoce, se aprende y ahora también se estimula.

 

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