“Libertad” para decidir… el final de otros

boeing-777

Es probable que se llegue a confirmar, como todo parece dar a entender, que el destino final del vuelo MH370 Boeing 777 de Malaysia Airlines fue cumplir los deseos de aniquilación vital de su piloto o pilotos. En circunstancias como estas, para los que padecen los fatales designios que otros fabrican, lo de menos es que hubiera sido un suicidio, un atentado o que un misil lo hubiera derribado; en todos ellos los pasajeros inocentes, todos sus familiares y amigos serían víctimas de la decisión tomada por alguien ajeno a ellos. Estoy convencido de que las leyes de la vida, de la actual o de la eterna, nunca olvidan ni perdonan a quien se toma la libertad de decidir el final de otros en una historia que nada tiene que ver con ellos.

Cuántas acciones, movimientos o desplazamientos llevamos a cabo los humanos en nuestros actos de vida: viajar en un avión, jugar en un colegio, pasear por una calle, ir de compras por un centro comercial, rodar encima de una bici, llevar a un personaje público a su trabajo, viajar en un tren cerca de Atocha… Alguna de estos millones de situaciones que se producen cada día en el mundo pueden acabar truncadas por la decisión de un hombre de estrellar el avión que conduce contra la superficie del mar, o la de un muchacho de descargar su frustración y miseria en forma de cargador de un rifle automático. O alguien decide disparar un tiro en la nuca a un pobre inocente, o los terroristas deciden poner una bomba en un concurrido centro comercial, o el francotirador elige a su víctima que circula por un parque, o alguien justifica sus supuestas intenciones políticas con una bomba lapa debajo de un coche, o unos malnacidos en base a sus reivindicaciones de fanatismo incruento deciden hacer volar por los aires todos los sueños de vida de quienes nada tenían ni querían tener que ver con ellos.

Si todos los seres humanos del planeta estuvieran leyendo esta pobre colaboración de prensa, a todos los que quisieran tomar la decisión de suprimir sus vidas les diría que primero piensen que el problema único de sus vidas tiene soluciones múltiples, no sólo la más drástica de todas ellas. Y en segundo lugar, que si deciden quitarse de en medio lo hagan en la más absoluta intimidad; que no salpique, por favor. Que las consecuencias sólo sean para quien decide actuar en su contra.

Hace unos meses viajé en un avión idéntico al que ahora debe yacer en el fondo del océano. Es muy probable que usted haya viajado en él. Sus medidas exteriores son más grandes aún que las del famoso Jumbo (Boeing 747). Soy capaz de imaginar el pánico, el terror y la impotencia de todos sus pasajeros en los instantes previos al choque, sin poder hacer nada para impedir su fatal destino. Después las leyes de la física jugarían su papel de decidir si el avión se desintegró en el momento o si se sumergió en las frías aguas del mar justo unos minutos antes de que las almas escaparan al cálido y azul celeste. Sin tener arte ni parte, los destinos de más de doscientas personas pasaron a mejor vida gracias, al parecer, a un malnacido que les hizo perecer.

Todos los que quieran reivindicar o reivindicarse, todos los que cargados de frustraciones quieran cargarse su vida, si quieren acabar en la paz de un camposanto que nos dejen en paz a todos los que queremos vivirla. Nadie debe tener la libertad de cercenar la de los demás.

lamadriddiario@gmail.com

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