8 apellidos vascos

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La película de Emilio Martínez Lázaro, “Ocho apellidos vascos”, está cerca de llegar a los 8 millones de espectadores de todos los colores de esta España nuestra. Ya es la película más taquillera de la historia del cine español, y con los pocos medios económicos de los que ha hecho uso seguro que quedará por delante de superproducciones norteamericanas con campañas de marketing potentísimas y con todos los medios tecnológicos de última generación. Sin embargo esta “peli” se ha aupado al primer lugar de la lista simplemente sabiendo reflejar con buen humor y con ingenio los mitos y los tópicos de dos comunidades aparentemente enfrentadas.

Nada de efectos especiales – salvando el viaje hacia las frías y recias tierras del Norte –, sin actores de gran renombre y sin precisar de complejos decorados analógicos o digitales. Sin embargo el éxito la ha encumbrado. ¿Cuáles han sido las razones de su repercusión? A mi juicio, la principal y más importante: un guión fresco, ingenioso (se veía la mano del equipo de Vaya Semanita), en donde lo previsible llega a suceder pero por caminos imprevisibles. Y además una lúcida interpretación dando verosimilitud a la exageración.

He disfrutado y mucho viendo la película y seguramente, pasado no mucho tiempo, vuelva a verla. Me ha encantado el modo en que se ha puesto en evidencia lo exagerado de nuestras costumbres, los topicazos que reflejan sólo una parte de la realidad y, sobre todo, el modo absolutamente elegante con el que se han desplegado.

Aparte del puro aspecto lúdico de la película me ha llamado la atención que hayamos sido capaces de, sanamente, reírnos de nosotros mismos y de que, a pesar de todo lo diferentes que podamos llegar a ser (o a sentirnos), en el fondo “nos queremos” como somos o como parece que somos. Qué decir de la España que nos aglutina (a pesar de que el pegamento que nos une parece perder su fuerza de unión) a vascos con andaluces, a catalanes con madrileños, a valencianos con gallegos o a cántabros con murcianos. Somos un mosaico de colores, sabores, tradiciones, costumbres, clima y orografía que hace de nosotros un país tan rico en su diversidad que sería una verdadera pena no permitir que tenga mucha más fuerza lo que nos une que lo que nos pueda separar o diferenciar.

¿Sería tanto pedir que en las pantallas, grandes y pequeñas, hubiera mucho más ingenio de humoristas que mal genio de políticos separatistas? ¿Sería un exceso que todos los medios de comunicación se hicieran más eco de lo que graciosamente nos separa que de lo que tristemente nos une? (Pues parece que los que se sienten obligados a seguir siendo España se sienten atados por la común Historia que desde hace más de 500 años conforma nuestra nación.) ¿Es exagerado pretender que podamos seguir siendo convergentes desde lo divergente? Y ya puestos a pedir, me encantaría que esta película tuviera sagas y secuelas en otras tantas imágenes risibles de todo nuestro patrimonio nacional; reírnos de todo lo que nos hace diferentes para sentirnos más cerca de lo alejados que creemos estar.

Somos un país extremista en los posicionamientos. Baste con que mi rival político, empresarial, futbolístico, vecinal, etc. se manifieste en una determinada dirección para que yo me ubique, o me reubique, para sentirme enemigo, opuesto, contrario. Y a la par, si me adhiero a una visión común, me siento de una casta diferente, estoy en el bando adecuado. La verdad es que el mejor bando sería el que titulara nuestra nacionalidad como: “lo sano de reírse de nosotros mismos”. Podríamos pasar del castizo tinto de verano a la chispa de la vida… en común.

 

 

lamadriddiario@gmail.com

2 comentarios sobre “8 apellidos vascos

  1. Buen apunte, creo que ahí radica el éxito de la película, una adaptación de la divertidisima «bienvenidos al norte», pero con nuestras particularidades nacionales.. lo suscribo! Saludos

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