La Reina y Yo

Reina Sofía

Continuando con la realeza, de quien apenas se está hablando estos días y quien ha jugado un papel más que importante en todo lo que de bueno ha tenido nuestro Rey, es la que, hasta este mismo momento, sigue siendo nuestra Reina.

No soy especialmente conocedor de los deberes y obligaciones de un monarca, menos aún del consorte o de la consorte de ese monarca. Pero sí estoy convencido de que nosotros, los ciudadanos, somos los que hemos sido «consuerte» en lo que a nuestra Sofía se refiere, pues ha actuado con verdadera y pura filosofía de vida dedicada a su brillante papel.

La imagen que siempre me ha transmitido es de una mujer fuerte, honesta, profesional en el mejor sentido de la palabra, defensora de los suyos, luchadora firme contra las desigualdades, contra la intolerancia, contra la pobreza y la ignorancia de determinados pueblos. Y todo ello aderezado con la máxima discreción, con un perfecto y firme segundo plano, incluso hasta cuando ella era la protagonista; firme sobre roca firme.

Cuando ves a alguien que disfruta del goce de los suyos; cuando sientes que quien escucha lo que otro le transmite lo hace con verdadero interés, casi con devoción; cuando oyes hablar a alguien con la sencillez de que lo hace en el momento justo y con las palabras precisas; cuando miras una imagen y siempre ves serenidad, sano orgullo y sentido del deber; en todos esos momentos has estado viendo la imagen de nuestra Reina. Siempre que he visto su persona presente y brillante en un acto social (no en los políticos, militares o económicos, que son los de “primera división”) nunca he sentido que estuviera allí para cumplir un papel decorativo. Lo hacía de plena voluntad, con total consciencia y llenando el acto con su sola presencia.

Desde luego nuestra Reina ha sido la mejor ficha en la partida de ajedrez de la democracia pues ha sabido moverse en todos los ámbitos, en todas las direcciones posibles y requeridas, con todo tipo de situaciones. Ha sabido ser Reina de verdad, madre, abuela, suegra con bastón de mando y esposa con todos los sabores y sinsabores de su relación personal, lamentablemente como muchas o algunas parejas.

Estoy convencido de que si supiéramos un poco, solo un poquito, del papel decisivo y decisorio que ha tenido la Reina en muchos de nuestros destinos, nos sorprenderíamos de la calidad de sus actuaciones, de la sutilidad de sus recomendaciones, de la persistencia asertiva de sus consejos y de la gran influencia para evitar males mayores y peores desatinos. Estoy seguro de que si por ella hubiera sido, muchas actuaciones, sobre todo las que hemos vivido en los últimos tiempos, no se habrían producido y no digo conocido.

Si estas torpes palabras pudieran llegar a ella le diría: Majestad, gracias por vuestro tiempo, por la defensa acérrima del valor de la familia; gracias por haber representado a nuestro pueblo mejor, mucho mejor que otros que aquí han nacido; gracias por tener la palabra no dicha siempre justa y, sobre todo, agradecido por su voluntad de proteger la parte débil de la historia de vida que es la nuestra, la de los españoles. Majestad, por favor, retírese al tercer plano, que ahora le corresponde por ley, pero no nos deje desamparados del buen sentido común de Estado que usted tiene y que tanto vamos a seguir necesitando. Espero seguir viéndola y sintiéndola como referente del soporte de nuestra realeza. Muchas gracias.

lamadriddiario@gmail.com

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