Vida feliz, vida social

Un equipo de investigadores dirigido por Matthias Mehl, en la Universidad de Arizona en Tucson, ha concluido que las personas que a lo largo del día mantienen conversaciones profundas con otras son más felices que quienes hablan poco o bien lo hacen de modo superficial. En este estudio han participado 500 personas con una grabadora que registraba las conversaciones que iban manteniendo. Las conversaciones largas y profundas aumentaban la sensación de felicidad de los participantes, mientras que los diálogos breves y triviales –en donde no se obtiene información sobre la otra persona- tenía un efecto neutro en el bienestar de los mismos. El propio Mehl manifiesta: “La vida feliz es la vida social”.

Antropológicamente el ser humano está diseñado para vivir en sociedad y para comunicarse; durante cientos de miles de años lo hicimos con gestos y sonidos y recientemente lo hemos complementado con el uso del significado de la palabra, pero siempre comunicándonos, en cualquier caso. Hay estudios que certifican que una persona solitaria y sin apenas relación social tiene más riesgo de enfermar y morir que un fumador empedernido pero en constante relación con otros.

Enlazando con el estudio de Mehl, es impresionante la maravillosa sensación que uno obtiene cuando mantiene una buena conversación (distendida, enriquecedora, amable, emocionalmente inteligente, ocurrente y con la persona o personas adecuadas). Tras una charla así, percibimos que todos nos hemos enriquecido, que hemos creado un ambiente, un clímax de satisfacción por todo lo tratado.

Cuando tenemos la inmensa fortuna de disfrutar de tertulias y charlas apasionadas, ricas emocionalmente, intensas, sin malicia ni agresividad ni malas intenciones, en esos momentos uno se siente enormemente agradecido por su humana condición. Se puede hablar de la vida, de nuestras experiencias, del valor de personas conocidas, de nuestros sentimientos, del amor, de objetivos de vida, de la propia naturaleza humana, de los goces y disfrutes, de la tristeza y de la melancolía, de la esperanza, del tiempo que va pasando, de todo lo que nos une, de la familia, del trabajo como fuente de riqueza e inspiración, de cómo envejecemos y nos enriquecemos, de los pensamientos que nos vienen a la cabeza, de los deseos y anhelos, de los hijos, de nuestra pareja, del tiempo que vamos viviendo, de los logros que conseguimos, de lo que hemos podido ayudar a otros, de las grandezas y miserias humanas, de lo que nos gusta, de lo que hemos visto, oído o leído, de los amigos y de cualquier otro aspecto que nos dé plenitud cuando conversamos con la persona adecuada. Efectivamente la persona con la que parlamentamos es el ingrediente esencial de una buena conversación. Por suerte o desgracia no todo el mundo es adecuado a cada uno para poder disfrutar conversando, básicamente porque con la otra persona tiene que haber “pegamento”, sincronía, identidad desde la diversidad de la opinión, mutua admiración, comprensión, empatía con simpatía y amabilidad. En mi caso particular, si existe dulzura auténtica, mi predisposición siempre será inmensamente más favorable a conversar que cuando hay durezas, callos emocionales que me van a impedir sentirme cómodo y vital.

Hay un ingrediente esencial en toda buena conversación y es la ausencia de prejuicios por parte de tu interlocutor. Cuando no se prejuzga hay apertura mental y puedes hablar sobre cualquier tema sin que aparezcan las creencias limitantes en la mente de tu interlocutor; creencias basadas en el disco duro de la negatividad que no se ha vaciado, que perdura y que se duele.

Estoy convencido de que este tipo de investigaciones nos irán ayudando a entender mejor cómo somos y nos comportamos, y a que podamos dar valor a lo que lo tiene, a lo que puede ser esencial para construir la anhelada felicidad, que ni se compra ni se vende: se potencia y se desarrolla.

 

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8 comentarios sobre “Vida feliz, vida social

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